jueves, 20 de diciembre de 2012

El otro fin del mundo



Por: José Sierra Valencia
ESPAÑA    19 DE DICIEMBRE DE 2012
Las organizaciones sociales no saben como digerir todavía el fracaso de la Cumbre de Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP 18) que concluyó en Doha sin acuerdos para frenar el calentamiento global. El único acuerdo dentro del desacuerdo fue prorrogar el mandato del Protocolo de Kioto (1997) hasta el año 2020. Pero no es suficiente. Se trataba de establecer un límite "seguro" a las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI) para evitar que la temperatura no suba más de 2 grados centígrados en 2050, momento a partir del cual el proceso, según una creciente corriente de científicos, entraría en una fase de no retorno.
El 1 de enero terminaba la vigencia del Protocolo de Kioto, que marcó un calendario de reducción de emisiones de GEI en un grupo de países comprometidos, entre ellos la Unión Europea, que apenas suman el 15% de las emisiones. Estados Unidos y China, que emiten el 45% del CO2 mundial, se quedaron fuera del acuerdo que pretendía reducir al menos un 5% las emisiones de GEI respecto de los niveles de 1990. En Doha había que dar un paso. El tratado debía incorporar a los grandes productores (China y EE UU) y establecer un nuevo calendario con objetivos de reducción más ambiciosos. La cumbre terminó y estadounidenses y chinos siguen fuera mientras Canadá, India Japón o Rusia, que en algún momento adquirieron el compromiso de reducir sus emisiones, se han ido descolgando.
Samanta Smith, responsable de la iniciativa global de WWF contra el cambio climático explica esta frustración. "Lo que la ciencia nos dice y lo que millones de personas han experimentado este año -en alusión a catástrofes como huracanes, inundaciones o incendios- es que combatir el cambio climático es muy urgente. Cada año cuenta y cada año que los gobiernos no actúan aumenta el riesgo para todos nosotros". La cumbre, añaden en WWF España, se ha cerrado con un acuerdo "tan débil y alejado de la ciencia que debería plantear problemas éticos a los responsables". En opinión de Mar Asunción, responsable del programa de cambio climático de WWF España, "la crisis climática que afrontamos nos está estallando en la cara y cuanto más tardemos en actuar más costoso nos resultará a nivel económico, ecológico y social".
Un ministro satisfecho
El ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, ha hecho una "valoración positiva" de la cumbre que se justifica en que se ha alcanzado un acuerdo. "El mayor fracaso hubiera sido salir de Doha sin haber conseguido ningún acuerdo", explicó el ministro. Arias Cañete asegura que España cumplirá sus compromisos con Kioto, pero en 2010 las emisiones subieron un 22,8% respecto a 1990 y este año llegarán al 22,9%. Al final del primer periodo de Kioto España emitirá un 27,88% más de gases de efecto invernadero que en el año 1990 pese a que no debía superar el 15%.
El Gobierno intenta paliar este desfase comprando derechos de emisión. Se trata de 2.000 millones de derechos "virtuales" que los gobiernos europeos asignan a unas 12.000 instalaciones industriales. El sistema nació en 2005 para que las empresas más eficientes vendan esos derechos -que se le entregan gratuitamente- a las que más contaminan. Su objetivo es fomentar el ahorro de energía y reducir las emisiones, pero el mercado no ha acabado de funcionar y España es un ejemplo. El año pasado asignó 770 millones de fondos públicos a industrias españolas, entre las que se encuentran las de la cerámica. La crisis mantiene cerrados muchos hornos y los excedentes de derechos se han vendido a unos 15 euros la tonelada de CO2, pero a su vez España ha tenido que comprar 40,75 millones de euros en derechos a Polonia. Europa quiere cambiar el sistema tras constatar la aparición de algunos fraudes y del robo de derechos protagonizado por un hacker.
Doha remite a 2015 para lograr acuerdos en la cumbre que se celebrará en París, pero parece poco probable que los grandes contaminadores se sumen al objetivo europeo de reducir un 20% "o más" sus emisiones respecto de las de 1990. Es, dicen los ecologistas, "un brindis al sol".

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