viernes, 26 de abril de 2013

La tragedia de Chernóbil, 27 años después

Monumento a los "Liquidadores"

Por: Verónika Dorman
RUSIA |  26 DE ABRIL DE 2013
Para entrar en la zona de exclusión de 30 kilómetros alrededor de la desmantelada central nuclear de Chernóbil y el reactor número 4, que explotó el 26 de abril de 1986, los visitantes tienen que pasar por un punto de control y mostrar sus correspondientes permisos. Antes de la visita también hay que firmar un formulario en el que se declara asumir los riesgos de la visita. Los detectores de radiactividad comienzan a gemir y los niveles de radiación se disparan por encima de la norma, a medida que te acercas al reactor. Pero los guías de Chernobylinterinform, la agencia estatal que se ocupa de gestionar y controlar la zona, tranquilizan al grupo. "La radiación recibida durante un día aquí es menor que la de una radiografía en el dentista", explica Yuri Tatarchuk. Ha trabajado en este lugar desde 1988 y acompaña a los periodistas y turistas en busca de experiencias extremas.
Visitar la zona parece seguro, pero el peligro es más insidioso. En primavera es un lugar donde florecen las plantas, y es ahí y en los lugares más alejados donde reside parte del problema. Más allá de la zona de exclusión, que fue desintoxicada inmediatamente después del accidente, hay cientos de kilómetros cuadrados de tierra que han absorbido la basura tóxica que se expandió desde el reactor. 
En los años siguientes, los locales han estado expuestos a través de la comida: setas, bayas y la leche de las vacas que pastan libremente, son fuentes de radiación. "Entre el 70% y el 95% de la radiación actual es interna, en comparación al 5%-30% externo", señala Valeri Kashparov, director del Instituto Ucraniano de Agricultura y Radiología.
"No hay un diagnóstico oficial, pero los niños de las zonas contaminadas tienen un sistema inmunológico más débil y a menudo aparecen deficiencias en el crecimiento", dice Olga Vassilenco, doctora en Les Enfants de Tchernobyl, centro médico francés de Kiev. Esto es preocupante para Iván Nevmerzhitski, doctor en el hospital de Lipniki en la región de Zhitomir. "Los casos de cáncer de pulmón y de estómago se han disparado en los últimos 27 años, y se tarda semanas en curar una bronquitis porque las personas carecen de un buen sistema inmunológico", explica. "En mi opinión, esto se debe a la exposición a la radiación a través de la comida".
Los productos que se venden en los supermercados se supervisan de manera estricta, pero no aquellos que los residentes locales venden junto a las carreteras. Ni tampoco se controla la comida en las zonas rurales. Según estudios llevados a cabo por Greenpeace, en regiones como Rivneska (situada a unos 200 kilómetros al noreste de la central), es posible encontrar en la leche concentraciones del isotopo radioactivo Cesio-137 que superan 16 veces los límites aceptables. Al mismo tiempo, el 73% de la tierra para pastar sigue contaminada. Para los visitantes que vienen aquí, resulta escalofriante rendir tributo a las víctimas y a los héroes de aquellos días aciagos.
El nuevo sarcófago
En septiembre de 2007, el consorcio francés Novarka firmó un contrato para construir la obra del nuevo sarcófago tras ganar el concurso internacional convocado por Kiev, aunque el comienzo se demoró durante varios años debido a la falta de fondos. Finalmente, las obras comenzaron el año pasado, gracias al aporte económico de 21 países donantes. "Ucrania siente el hombro amigo de la mayoría de los países del mundo", señaló Yanukóvich, presidente del país.El nuevo sarcófago será de metal, tendrá forma de arco, una longitud de 257 metros, una anchura de 150 y una altura de 108.Según los cáculos debería estar listo para 2018. El pasado febrero se derrumbaron un techo y una estructura cercanas al sarcófago, pero no afectó a la zona más peligrosa.
"El principal peligro es el polvo radioactivo", declara Nikolái Karpan, miembro de los liquidadores y que trabajó como ingeniero en la planta. Añade que 27 años después de la catástrofe, la absorción de este polvo es un peligro que continúa para los trabajadores y para las miles de personas que viven en las áreas contaminadas. 
Atracción turística
Mientras se mantiene fuera de los circuitos turísticos más habituales, Chernóbil es actualmente un destino para el "turismo extremo". Durante años, operadores en Kiev han ofrecido excursiones a la zona, por unos 160-500 dólares. El servicio es bastante básico: un autobús recoge al grupo en un punto de encuentro, y se entrega a Chernobylinterinform.
"Decidí hacer este viaje (a la zona de exclusión) para sumergirme yo mismo en el problema nuclear, para pasar varias horas pensando sobre ello", explica Ronan, un abogado norteamericano que tiene su propio negocio en Kiev. Hace no mucho, en un viaje no había nadie de la agencia, ni tampoco se dio ninguna información de antemano, como lo evidenciaban las bailarinas de una joven canadiense, que no era consciente de que fuese a caminar sobre unas ruinas radioactivas en Pripiat, el pueblo fantasma vecino a la central, lleno de cristales rotos, cemento y acero. La excursión, rápida y sin apenas explicaciones, estuvo acompañada por el pitido constante de los dosímetros que llevaban la mayoría de los visitantes. Aunque el sonido es superfluo, y el paisaje habla por sí mismo: ruinosas calles y edificios, desiertos desde la evacuación un día después del accidente; casas vacías y cerros con triángulos amarillos, donde se enterraron casas especialmente contaminadas.
Fuente: Rusia Hoy

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