lunes, 10 de febrero de 2014

Domar no es cultura


Por: Joan Cañete Bayle
BARCELONA |  9 DE FEBRERO DE 2014
Poca comprensión encuentra la gente del circo cuando de animales se trata. 
Cinco partidos políticos catalanes (CiU, ERC, PSC, ICV y la CUP) apoyan la proposición de ley que debatirá el Parlament para decidir si prohíbe el uso de todo tipo de animales en los espectáculos circenses. En el debate abierto sobre esta cuestión en El Periódico, cientos de lectores se han manifestado a favor del veto y muy pocos en contra. 
Por mucho que desde el sector se insista en que la imagen de animales en condiciones de hacinamiento es un mito, algo del pasado, el argumento no convence. «Los animales en los circos no tienen un comportamiento normal -escribe Maria Faura (37 años. Funcionaria. Gavà)-. Un elefante nunca se subiría a una pelota gigante». «A los animales podemos educarles y enseñarles a hacer cosas, a veces domesticarlos, pero nunca domarlos. No son máquinas a nuestro servicio», afirma Ferran de Noverto, jubilado de 64 años de Castellet i la Gornal (Alt Penedès).
Los argumentos de defensa de los animales son recurrentes: su adiestramiento en el circo es un tormento («La tortura no es arte ni es cultura». Silvia Moreno. Licenciada en Filosofía. 24 años. Sant Feliu de Guíxols); sus condiciones de vida son «indignas», obligados a vivir en jaulas y a viajar continuamente, «privados de libertad» (Noelia Garcés. Estudiante. 25 años. Vilanova i la Geltrú); todo ello por un espectáculo que no tiene en cuenta que los animales son seres vivos y «sufren» (Núria Torrats. Psicóloga. 26 años. Barcelona).
Después, el Zoo
Para muchos, la prohibición del uso de cualquier tipo de animales en el circo es el paso lógico tras el veto de los toros y la antesala de políticas más ambiciosas. «Los espectáculos con la participación de animales son una barbarie. Correbous, corridas y circos someten a los animales a un tremendo estrés y, en la mayoría de los casos, a tortura, sufrimiento y muerte, solo por la distracción de los humanos» (Carlos García. Diseñador. 41 años. Barcelona). 
El zoo está en el punto de mira animalista («Hay que cerrar esa ignominia». M. Javier Climent. Jubilado. 70 años. Barcelona) y también, claro, los correbous, la excepción que se ha convertido en el talón de Aquiles de los partidos políticos catalanes cuando se habla de proteger los derechos de los animales: «Hay una frase que lo define muy bien: conocerás la grandeza de un país por el trato que da a sus animales» (Cristina Álvarez. Ama de casa. 47 años. Riells i Viabrea, Selva).
La contradicción que supone la permisividad con los correbous es uno de los argumentos a los que se agarran los contrarios a la prohibición. Otros niegan la mayor: «Los animales no tienen derechos. Estos y las obligaciones son conceptos que hemos creado entre los hombres porque somos seres responsables» (Josep Daniel Rodríguez. Comercial. 40 años. Barcelona). Y hay quien se declara harto de prohibiciones y polémicas que no son más que «excusas con las que distraer a la sociedad» (Llorenç Gil. Pensionista. 67 años. Calella).
Teresa Núñez, recepcionista de 26 años de Tres Cantos (Madrid), denuncia «el sobresfuerzo que conlleva para los animales conseguir 15 segundos de aplausos y que los niños crean que hay magia donde realmente hay explotación y dolor». Centra, pues, el debate en la misma esencia del circo. 
Para Armando de Fábregas (Jubilado. 62 años. Cornellà), «los animales son el alma del circo», pero para Carolina Masjuan (Desarrolladora de cuentas. 58 años. Vilalba Sasserra, Vallès Oriental) «los mejores circos no usan animales: Circ Cric, Raluy, Cirque du Soleil...» Y añade: «Ellos sí demuestran la categoría de sus artistas». Porque, sentencia Agustín González, veterinario de 43 años: «¿Qué pintan un elefante o un león viviendo en una autocaravana?»
Fuente: El Periódico

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